Tiempo de Cuaresma & Alquimia

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La Cuaresma y el Arte de la Transmutación Interior

El tiempo de la Cuaresma es mucho más que una tradición cristiana. Es un viaje, un pasaje alquímico que nos invita a atravesar las sombras, purificarnos y renacer. Desde la mística antigua hasta la filosofía hermética, este periodo de 40 días ha sido visto como un portal de transformación, un sendero que, si lo recorremos conscientemente, nos lleva a un nuevo estado del ser.

Nos encontramos en la fase del Nigredo, el inicio de la Gran Obra alquímica, donde todo lo que no sirve debe morir. “Polvo eres y en polvo te convertirás”, nos recuerda el Miércoles de Ceniza. Pero, ¿a qué polvo se refieren estas palabras? No solo al cuerpo físico, sino a esas estructuras mentales que nos encadenan, a esos miedos que gobiernan nuestras decisiones y a las viejas heridas que nos negamos a dejar ir. La Cuaresma es una oportunidad para mirar dentro y reconocer aquello que debe ser quemado en el fuego del cambio.

Luego llega el Albedo, la fase de purificación. Es el tiempo de aquietar el ruido, de soltar el exceso, de darle espacio a la esencia. En la antigüedad, los alquimistas sabían que para extraer el oro de la materia, debían primero limpiarla, despojarla de impurezas. Nosotros también podemos hacer este proceso: un ayuno no solo de alimentos, sino de pensamientos destructivos, de hábitos que nos alejan de nuestro centro. Purificar el cuerpo es apenas el primer paso, pero lo esencial es clarificar la mente y el alma.

En la siguiente etapa, Citrinitas, comenzamos a ver la luz de la comprensión. Las enseñanzas se revelan a quienes han sabido esperar, a quienes han resistido la tentación de volver a lo viejo por comodidad. Es el amanecer de una nueva conciencia, una mirada más clara sobre nuestro propósito, sobre lo que somos y lo que hemos venido a manifestar en este plano.

Y finalmente, el último tramo de este viaje: Rubedo, la resurrección. Aquí renacemos, pero ya no somos los mismos. Hemos transitado las sombras, nos hemos enfrentado a nuestros demonios y hemos transmutado lo denso en luz. La Pascua no es solo una fecha en el calendario, es el reflejo de un estado interior alcanzado, la materialización de nuestro propio proceso de alquimia espiritual.

El número 40 no es casual. Cuarenta días de desierto atravesó Jesús antes de su revelación, cuarenta días pasó Moisés en el monte antes de recibir la Ley. En la numerología sagrada, este ciclo representa la transformación completa, la purificación antes de la nueva creación.

Pero este sendero no es exclusivo de un tiempo del año. Podemos vivir nuestra propia Cuaresma cuando sentimos que es momento de soltar, cuando el llamado a transformarnos es inevitable. Y tal vez, la pregunta que nos deja este proceso sea: ¿Estás dispuesto a dejar morir lo que ya no eres, para renacer en lo que siempre has sido?