Tenía veinte años cuando puse un pie en Egipto por primera vez.
Y no fue un viaje. Fue un umbral.
La arena me reconoció. El viento me susurró cosas que no sabía que sabía. Y la energía… la energía no negoció: me abrazó o me expulsaba. A mí me abrazó. Fuerte. Como si me dijera: “volviste”.
No fui una turista. Fui una hija reencontrada.
Conviví con una tribu Tuareg, caminé por senderos sin nombres, habité silencios que sabían más que mil libros.
Decir que me enamoré sería reducirlo.
Sentí que la mitad de mi alma acababa de regresar a casa.
Desde entonces, Egipto me habita.
No como una materia de estudio, sino como un templo vivo.
Leí cada texto, estudié Egiptología en la Universidad de Barcelona, y en 1999, junto a colegas, fundamos Amigos de la Egiptología en Argentina (A.E.A.).
Organizamos el Primer Congreso de Jeroglíficos en Argentina junto al Dr. Marcelo Campagno y el Prof. Juan José Salvetti. Investigamos las piezas egipcias de la Sala Aksha en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Escribimos un ensayo sobre ellas. Recorrimos museos, dimos conferencias en Argentina y Uruguay, compartiendo esta pasión con quienes también sentían el llamado.
En ese camino fui recibida por grandes maestros como el Prof. Juan José Castillos, fundador del Instituto Uruguayo de Egiptología. Y comprendí que Egipto no era pasado, era presencia.
Estudiar Egipto no es solo conocer una civilización antigua.
Es recordar que el alma tiene ciclos.
Que la palabra tiene poder.
Que el cuerpo es un templo.
Que los símbolos no son decoración, sino caminos.
Y que la vida no es una línea recta, sino una espiral que nos lleva de regreso al centro.
El que no conoce Egipto, ignora que alguna vez existió una cultura que entendía al ser humano como totalidad.
Donde la muerte no era el final, sino una transformación.
Donde lo divino tenía rostro de hombre, de mujer, de chacal, de halcón, de escarabajo.
Donde la verdad pesaba tanto como una pluma y el alma tenía múltiples nombres.
Y cuando lo conocés…
Cuando abrís esa puerta y empezás a leer, a mirar, a sentir…
algo dentro tuyo se acomoda.
No en la cabeza. En el alma.
En esta sección vas a encontrar mucho más que datos y fechas.
Vas a encontrar una forma de ver el mundo.
Vas a reencontrarte con tu intuición, tu memoria simbólica, tus preguntas esenciales.
Vas a descubrir que Egipto no quedó atrás: vive en vos.
Porque el Nilo no se cruza una vez.
El Nilo se recuerda.
Y en ese recuerdo… algo sagrado despierta.